24 abr 2013

¡VIVA EL DIAZEPAM!, O CASI MEJOR QUE NO

Supongo que en algún momento de vuestras vidas os habrá pasado, que todo os cuesta muchísimo, que no tenéis ganas de nada, que todo se os hace un mundo, etc. etc. Yo estoy pasando por ese momento, aunque no exactamente por culpa de una astenia primaveral, ni porque esté baja de vitaminas, hierro o cualquier otra historia. Estoy así, porque últimamente si suena mi teléfono es para malas noticias, si llaman a la puerta, es alguna carta certificada que tampoco trae nada bueno, de trabajo ya ni hablemos, porque ya no tengo ni entrevistas, mi hija mayor y su marido siguen sin trabajo (y sin prestación de desempleo), y todo de ese estilo.

Llevaba tiempo, y cuando digo tiempo es más de cuatro años, con una extraña sensación, bastante desagradable. Tenía dentro como un presentimiento de que estaba viviendo el final de una época, para entendernos, como la caída del imperio romano, pero en particular. A la gente que estaba a mi alrededor se lo decía, que no estaba tranquila, que todo me sobresaltaba, que me daba la impresión de estar viviendo como una etapa de calma chicha que precede a la tempestad. Aparentemente todo estaba igual, es más, me sentía una agorera y una histérica. Cuando llegó el punto que no podía ni abrir el buzón de las cartas, porque se me ponía un nudo en la garganta, el corazón se me salía por la boca, y la ansiedad me dejaba sin respiración, decidí ir al médico.

Empezaron a controlarme la tensión, y resulta que sin que sea hipertensa, había momentos que me subía a 190, lo cual es una barbaridad, para que me de un pampiruleque mayor y me quede tontita en silla de ruedas. Me mandaron a lo que la seguridad social llama "salud mental", que sólo el nombrecito, ya pone los pelos de punta. Fui a salud mental, y tengo que decir que me trataron muy bien, pero que no me sirvió de nada. La psiquiatra me hizo una historia completísima, me diagnosticó depresión y ansiedad crónica, y me puso un tratamiento de pastillas muy completito. También me mandaron al  psicólogo, que tengo que decir lo mismo: Un gran profesional, más implicado de lo que cabría esperar, pero que me citaba como mucho una vez al mes, porque supongo que tenía demasiados pacientes y el sistema no da para más.

Como trato humano, tengo que decir que me sorprendió lo agradables que eran, y quiero dejarlo claro. Recibí un trato excelente, pero no era lo que yo necesitaba. Posiblemente estén más acostumbrados a recibir pacientes con otro perfil. Lo digo con todo respeto, pero mientras esperaba, veía el tipo de gente que iba, y no nos parecíamos mucho; había amas de casa mayores con cara de empastilladas, jubilados vacilantes,  jóvenes y no tan jóvenes, con aspecto de yonkis en permanente estado de "lo estoy dejando pero va a ser que no", y poco más. Yo notaba, que cuando me entrevistaban me miraban mucho y se sorprendían de la tranquilidad y coherencia de mis razonamientos (en algún momento me lo dijeron abiertamente).

Volviendo al diagnóstico, yo lo sabía, los síntomas eran claros, pero siempre he sido muy remisa a tomar pastillas. Me dan miedo. Me da miedo depender de algo o de alguien, y en este caso, no era distinto. Los antidepresivos, ni me los plantee. Me negué entrar en un paraíso artificial, mientras mis miedos (que eran reales), seguirían ahí, y además luego tendría que pasar por un periodo de desintoxicación. Vamos, que ni hablar. Mi depresión me la manejaría yo como pudiera y lloraría en el coche como había hecho siempre. Lo de la ansiedad, ya era otra cosa. Eso de tener todo el dia gatos en el estómago y la tensión disparándose a las alturas era mucho más incomodo, porque eso si que no te deja vivir, y como además y en principio, los ansiolíticos se supone que puedes manejarlos mejor, me hice amiga del Diazapam.

Ahora más de cuatro años después, mis peores predicciones se han materializado. No me han cogido de sorpresa, pero si muy deteriorada. Mis nervios están destrozados y ya ni el Diazapam. De hecho, he dejado de tomarlos, porque creo que ya no me hacen nada. Esa sensación que tenía de estar viviendo el final de una era, ahora se ha transformado en la sensación de estar viviendo un tiempo de descuento, los pocos días que quedan para caer por una pendiente sin fin.

Yo no era así, era alegre, positiva, muy activa, no había nada que se me pusiera por delante, podía con todo lo que me echaran. Siento decirlo, pero me siento una fracasada. Por otro lado, y visto como está el panorama general de gente que la dejan en la calle, el paro generalizado y la cantidad de personas que a mi alrededor están cayendo como moscas de cánceres repentinos, me avergüenzo, porque de momento puedo hacer frente a todos mis compromisos económicos (muy apretadita, pero cumplo), y la salud, quitando el tema nervios, ansiedad y depre que nos ocupa, pues (tocando madera), estoy bien.

Tengo ganas de volver a ser la de antes, tener ilusiones e intentar cumplirlas, salir y disfrutar de las salidas, poder comprarme una falda en Zara sin sentir remordimientos (porque para la vida que hago, con el fondo de armario me sobra), no estar todo el día dando vueltas a la cabeza y haciendo cuentas (para ser de letras, en mi vida he hecho más sumas y restas), ver a mis hijas felices y con trabajo, pero tengo la desagradable sensación de que ya nunca será nada igual.

Echo de menos esos años que no paraba. Mi trabajo me absorbía, me levantaba a las 6 de la mañana, cogía aviones, devoraba kilómetros, asistía a reuniones, siempre perfectamente maquillada, montada en mis tacones y con un impecable traje de ejecutiva, sabiéndome valorada y con unos ingresos regulares. Llegaba muerta a mi casa o al hotel de turno, pero era muy feliz. 

16 abr 2013

CANDELA LA MALCASADA O LA HISTORIA DE UNA INJUSTICIA

Hace bastante tiempo desde mi última entrada, porque no me he encontrado bien, pero quiero retomar las buenas costumbres, y hoy voy a contaros una historia. Algo que le está ocurriendo a una amiga.

Mi amiga Candela, es una mujer de mediana edad, que vive en una pequeña ciudad de provincias, donde aún las "fuerzas vivas" conservan prebendas a la antigua (para ser sincera, creo que esas prebendas se siguen manteniendo en todas partes con la mayor impunidad), y donde desde luego, la justicia no es igual para todo el mundo. 

Pues bien, Candela, cuando era joven, se casó con su novio de toda la vida, tuvieron tres hijas, y aunque hubieran podido hacerlo, no comieron perdices. Quiero decir, que aunque consiguieron una posición económica mas que desahogada, ahí Candela no fue feliz. Candela, que había trabajado cuando era soltera, que había estudiado una carrera universitaria y que no era ni tonta ni vaga, por necesidades del guión, se dedicó por entero a su familia, a cuidar de sus hijas, a potenciar la carrera de su marido, a cuidar de la economía familiar, a hacer crecer los ahorros con muy buen tino y a ser y hacer siempre lo que se esperaba de ella.

A cambio su marido tenía como única obligación la de crearse una buena reputación profesional. A él no había que irle con ningún problema domestico, familiar, ni siquiera emocional. No se le podía incomodar con los estudios de las hijas, ni una reunión del  colegio, una fiebre nocturna, ni la planificación de las vacaciones familiares, ni nada de nada. ¡Faltaría mas! El se había comprado una esposa para todo eso. Como ya he dicho, Candela como mujer, no era feliz ni de lejos, pero como no tenía con que comparar, pensaba que eso era lo normal. Para decir la verdad, vivía acobardada por su marido, siempre estaba en vilo de que el "señor" no lo encontrara todo de su gusto. cualquier tontería era un drama, y todo tenía que ser perfecto. Maltrato físico no había, pero psicológico  para dar y tomar.

La parte sexual, no era mucho mejor. Me contaba, que desde el primer momento, él dejó muy claro que eso era algo muy secundario. Candela no sabía que pensar: ¿No le gusto, no le atraigo, será por su educación, será homosexual y no se ha enterado? Nuestra amiga Candela lo intentaba, se compraba ligueros, se ponía sexy,  lo provocaba, pero no conseguía mucho. Una vez, ella le pidió que la estimulara un poco antes de ...., y poco menos que le dijo que eso eran perversiones, y que si no conseguía un orgasmo de forma correcta (misionero), es que tenía algún tipo de malformación o que era una viciosa.

A pesar de este panorama, que por cierto, en aquella época debía ser bastante habitual, Candela se hizo a la idea y continuó con su matrimonio lo mejor que podía, con sus obligaciones y disfrutando de sus hijas, pero llegó un momento en que aquello se hizo insostenible. El marido estaba en el zenit de su carrera, Candela había comenzado a trabajar otra vez, y aunque no era ningún trabajo para tirar cohetes (no había podido dedicarse a potenciar su vida profesional), estaba contenta porque se reintegraba a mundo laboral. La relación de pareja se volvió inexistente, la situación no daba más de si, y un día, se plantean separarse (el  quien lo decide, el cuando y el porque en ese momento y no en otro, lo desconozco, porque aparentemente podían haber continuado así por los siglos de los siglos).

Llegado este punto, tengo que decir, que  Candela era una mujer con la autoestima por los suelos, que de buena fe creyó que esto sería una solución, que podría rehacer su vida, que podría vivir tranquila con sus hijas, que no viviría siempre angustiada por si hoy le iban a caer una o dos broncas, y que al fin sería libre; libre hasta para equivocarse. ¡Que ingenua!

Sí, que ingenua. Nuestra amistad viene de lejos,  he seguido de cerca su historia, y puedo decir que fue una ingenua, que su marido se aprovechó de la buena fe de Candela y con su preponderancia social y económica y  después de un montón de años de su divorcio, sigue haciéndole la vida imposible valiéndose de ser quien es y utilizando todos los medios a su alcance (que son muchos), para destruir a esta mujer.

Candela me contaba, que cuando se estaban "negociando" los términos económicos de su separación, que su marido fue el que se ocupó de todo, y que ella no tuvo asistencia de ningún abogado, ni pidió ayuda a su familia, porque le daba vergüenza (pensad que antes el divorcio se entendía como un fracaso), ni tuvo una mano amiga que velara por sus intereses. Estuvo sola. Completamente sola. Esta parte del reparto de los bienes gananciales (que eran muchos, pero muchos, muchos, porque gracias a sus inversiones habían acumulado un patrimonio importante), es un tanto larga, por lo que haciendo una versión corta, diré que el marido se las compuso para quedarse con todo a cambio de una pensión vitalicia, que más que "pensión compensatoria", era una "pensión indemnizatoria". Candela firmó. Candela firmó todo lo que le pusieron por delante, y hubiera firmado que era la causante de la 2ª guerra mundial y de la muerte de Manolete, si se lo hubiesen pedido, tal era el estado mental y de indefensión en que se encontraba. Esta parte me la ha contado muchas veces, y siempre acaba llorando.

El marido se casó enseguida (tan enseguida, que no hay dudas de que esta relación ya existía durante su matrimonio), mas o menos, fue pagando lo acordado, aunque se desvinculó completamente de sus hijas, a las que solía ver tres veces al año, el tiempo que duraba una comida, y donde aprovechaba para pegarles unas broncas monumentales, hasta que incluso estas comidas (para descanso de las hijas), desaparecieron. Estas niñas, que hoy son mujeres adultas y casadas, han tenido que seguir terapias, porque no podían comprender ese rechazo, y a día de hoy aún reconocen que hay cosas que no podrán superar nunca.

Pero volviendo al tema económico, al marido de Candela le ha venido muy bien la crisis, porque aunque durante todos estos años ha ganado como un torero (ahora ganará menos, pero no está pidiendo a la puerta de ninguna iglesia) y el patrimonio dejado por Candela se ha revalorizado a cifras de millones de euros, le ha presentado una demanda de modificación de medidas incumpliendo todo lo acordado. Quiere eliminar de un  plumazo esa pensión que no es más que una compensación económica por el expolio que en su momento le hizo a Candela. Lo peor de todo, es que la justicia no siempre es justa, y los jueces no siempre se estudian como deberían los casos, ni todos somos iguales ante la ley (ver  la infanta Cristina  y el lio de su imputación y que la mujer del socio de su marido "Urdangarín" si lo está). Aquí estoy siendo demasiado "políticamente correcta", porque en realidad lo que me gustaría decir era algo mucho más fuerte y más acorde con lo que suele ocurrir. Estamos hartos de verlo: El que tiene padrinos se bautiza, y el marido de Candela tiene dinero y poder para bautizarse varias veces, mientras que Candela lo único que tiene es un paro, una ansiedad que no le permite llevar una vida normal, y una depresión de las de ir llorando por la calle.

¿Habrá justicia?


Por hoy me despido. Mañana más. ¡ Intentad ser felices!