9 may 2013

¡QUE BONITO ES UN ENTIERRO, CON SUS CABALLITOS BLANCOS, CON SUS CABALLITOS NEGROS...!

Últimamente, tengo muchas molestias de estomago y estoy preocupada. Quiero pensar que es una simple gastritis producida por el estrés, la primavera o porque si, pero la verdad es que estoy comenzando a asustarme. En los últimos tiempos, y más concretamente en los últimos tres meses, estoy viviendo una situación muy angustiosa, con mucha tensión fuerte y continuada, y eso luego pasan factura. Por otra parte, estoy en esa edad en la que a mi alrededor están cayendo como moscas.

Siempre he intentado ser positiva, y por muchos problemas que tuviera, y las muchas presiones que ejercieran sobre mi, ya fueran de trabajo o personales, he aguantado el tirón y siempre ha salido el sol. Lo que pasa, es que ahora la percepción que tengo de las cosas y de mi vida, siento que son distintas, ya no desconecto ni de noche ni de día. Yo estoy convencida, que si he sobrevivido todos estos años, es porque los fines de semana  me iba a mi refugio de la playa, y ahí cargaba pilas, con esos paseitos, esas cervecitas delante del mar y porque no decirlo, esas cenas divertidisimas con mi grupo de amigos (hoy extinguido). 

Esta mañana me he despertado como siempre antes de las 7 (tiene gracia, que cuando estaba trabajando me hacía falta el despertador, y ahora que podría dormir un rato más, me despejo con las primeras luces), me he preparado una bandeja con un te y cuatro galletas como siempre, y nada más tomarlo, se me ha puesto un dolor muy desagradable en la boca del estómago. Tan desagradable, que me he vestido con la intención de irme a urgencias, pero de repente, como ha venido se ha ido el dolor, y ya me he quedado en casa. Lo que si he hecho, ha sido pedir hora para un especialista de digestivo, y tengo cita para dentro de dos semanas. Ahora mismo, me está molestando otra vez, pero no quiero sugestionarme.

Me da mucha rabia, esta situación que estoy viviendo, la angustia de no saber como va a terminar todo (perdón, estoy hablando del juicio que tengo pendiente), si la justicia será justa, si ganará el de siempre, si nos dejarán defendernos o si  nos obligarán como la otra vez a pactar vergonzosamente en el pasillo. Yo tengo ganas de luchar, de recuperar mi vida, la vida que he dejado aparcada y que ya no va a volver. A veces creo que si, que ahora es diferente, que no me pueden quitar lo que me pertenece legal y moralmente, pero otras, me desanimo y me preparo para lo peor, porque ejemplos hay para aburrir de que la ley no es igual para todos.

Por cierto, no os he contado nunca una fantasía que me gustaría convertir en realidad antes de morirme: Ir al entierro de mi ex marido.

Imaginad la escena: Ambiente tipo entierro de la serie Sexo en Nueva York. En el cementerio, a poca distancia del duelo, una limusina blanca, de la que bajo yo, guapa (aunque sea vieja, ese día estaré muy guapa), elegante, serena, perfectamente arreglada para cocktail,   con una preciosa pamela cubriéndome los ojos, ayudada por un chófer uniformado y acompañada por mis amigas incondicionales. El chófer saca unas copas de cristal finísimo, abre una botella de Dom Perignon, con un elegante ruidito al descorchar y nos sirve una copa, con la que brindamos mientras dura el sepelio. De fondo, una música alegre, unas sevillanas por ejemplo.

Hay que celebrarlo ¡¡¡La bestia ha muerto!!! 

En ese momento seré libre por fin.

Un beso para todos y que seáis  muy felices

P.D.: Se que últimamente no estoy escribiendo mucho, pero  me tenéis que comprender: No tengo el cuerpo para ruidos.




24 abr 2013

¡VIVA EL DIAZEPAM!, O CASI MEJOR QUE NO

Supongo que en algún momento de vuestras vidas os habrá pasado, que todo os cuesta muchísimo, que no tenéis ganas de nada, que todo se os hace un mundo, etc. etc. Yo estoy pasando por ese momento, aunque no exactamente por culpa de una astenia primaveral, ni porque esté baja de vitaminas, hierro o cualquier otra historia. Estoy así, porque últimamente si suena mi teléfono es para malas noticias, si llaman a la puerta, es alguna carta certificada que tampoco trae nada bueno, de trabajo ya ni hablemos, porque ya no tengo ni entrevistas, mi hija mayor y su marido siguen sin trabajo (y sin prestación de desempleo), y todo de ese estilo.

Llevaba tiempo, y cuando digo tiempo es más de cuatro años, con una extraña sensación, bastante desagradable. Tenía dentro como un presentimiento de que estaba viviendo el final de una época, para entendernos, como la caída del imperio romano, pero en particular. A la gente que estaba a mi alrededor se lo decía, que no estaba tranquila, que todo me sobresaltaba, que me daba la impresión de estar viviendo como una etapa de calma chicha que precede a la tempestad. Aparentemente todo estaba igual, es más, me sentía una agorera y una histérica. Cuando llegó el punto que no podía ni abrir el buzón de las cartas, porque se me ponía un nudo en la garganta, el corazón se me salía por la boca, y la ansiedad me dejaba sin respiración, decidí ir al médico.

Empezaron a controlarme la tensión, y resulta que sin que sea hipertensa, había momentos que me subía a 190, lo cual es una barbaridad, para que me de un pampiruleque mayor y me quede tontita en silla de ruedas. Me mandaron a lo que la seguridad social llama "salud mental", que sólo el nombrecito, ya pone los pelos de punta. Fui a salud mental, y tengo que decir que me trataron muy bien, pero que no me sirvió de nada. La psiquiatra me hizo una historia completísima, me diagnosticó depresión y ansiedad crónica, y me puso un tratamiento de pastillas muy completito. También me mandaron al  psicólogo, que tengo que decir lo mismo: Un gran profesional, más implicado de lo que cabría esperar, pero que me citaba como mucho una vez al mes, porque supongo que tenía demasiados pacientes y el sistema no da para más.

Como trato humano, tengo que decir que me sorprendió lo agradables que eran, y quiero dejarlo claro. Recibí un trato excelente, pero no era lo que yo necesitaba. Posiblemente estén más acostumbrados a recibir pacientes con otro perfil. Lo digo con todo respeto, pero mientras esperaba, veía el tipo de gente que iba, y no nos parecíamos mucho; había amas de casa mayores con cara de empastilladas, jubilados vacilantes,  jóvenes y no tan jóvenes, con aspecto de yonkis en permanente estado de "lo estoy dejando pero va a ser que no", y poco más. Yo notaba, que cuando me entrevistaban me miraban mucho y se sorprendían de la tranquilidad y coherencia de mis razonamientos (en algún momento me lo dijeron abiertamente).

Volviendo al diagnóstico, yo lo sabía, los síntomas eran claros, pero siempre he sido muy remisa a tomar pastillas. Me dan miedo. Me da miedo depender de algo o de alguien, y en este caso, no era distinto. Los antidepresivos, ni me los plantee. Me negué entrar en un paraíso artificial, mientras mis miedos (que eran reales), seguirían ahí, y además luego tendría que pasar por un periodo de desintoxicación. Vamos, que ni hablar. Mi depresión me la manejaría yo como pudiera y lloraría en el coche como había hecho siempre. Lo de la ansiedad, ya era otra cosa. Eso de tener todo el dia gatos en el estómago y la tensión disparándose a las alturas era mucho más incomodo, porque eso si que no te deja vivir, y como además y en principio, los ansiolíticos se supone que puedes manejarlos mejor, me hice amiga del Diazapam.

Ahora más de cuatro años después, mis peores predicciones se han materializado. No me han cogido de sorpresa, pero si muy deteriorada. Mis nervios están destrozados y ya ni el Diazapam. De hecho, he dejado de tomarlos, porque creo que ya no me hacen nada. Esa sensación que tenía de estar viviendo el final de una era, ahora se ha transformado en la sensación de estar viviendo un tiempo de descuento, los pocos días que quedan para caer por una pendiente sin fin.

Yo no era así, era alegre, positiva, muy activa, no había nada que se me pusiera por delante, podía con todo lo que me echaran. Siento decirlo, pero me siento una fracasada. Por otro lado, y visto como está el panorama general de gente que la dejan en la calle, el paro generalizado y la cantidad de personas que a mi alrededor están cayendo como moscas de cánceres repentinos, me avergüenzo, porque de momento puedo hacer frente a todos mis compromisos económicos (muy apretadita, pero cumplo), y la salud, quitando el tema nervios, ansiedad y depre que nos ocupa, pues (tocando madera), estoy bien.

Tengo ganas de volver a ser la de antes, tener ilusiones e intentar cumplirlas, salir y disfrutar de las salidas, poder comprarme una falda en Zara sin sentir remordimientos (porque para la vida que hago, con el fondo de armario me sobra), no estar todo el día dando vueltas a la cabeza y haciendo cuentas (para ser de letras, en mi vida he hecho más sumas y restas), ver a mis hijas felices y con trabajo, pero tengo la desagradable sensación de que ya nunca será nada igual.

Echo de menos esos años que no paraba. Mi trabajo me absorbía, me levantaba a las 6 de la mañana, cogía aviones, devoraba kilómetros, asistía a reuniones, siempre perfectamente maquillada, montada en mis tacones y con un impecable traje de ejecutiva, sabiéndome valorada y con unos ingresos regulares. Llegaba muerta a mi casa o al hotel de turno, pero era muy feliz. 

16 abr 2013

CANDELA LA MALCASADA O LA HISTORIA DE UNA INJUSTICIA

Hace bastante tiempo desde mi última entrada, porque no me he encontrado bien, pero quiero retomar las buenas costumbres, y hoy voy a contaros una historia. Algo que le está ocurriendo a una amiga.

Mi amiga Candela, es una mujer de mediana edad, que vive en una pequeña ciudad de provincias, donde aún las "fuerzas vivas" conservan prebendas a la antigua (para ser sincera, creo que esas prebendas se siguen manteniendo en todas partes con la mayor impunidad), y donde desde luego, la justicia no es igual para todo el mundo. 

Pues bien, Candela, cuando era joven, se casó con su novio de toda la vida, tuvieron tres hijas, y aunque hubieran podido hacerlo, no comieron perdices. Quiero decir, que aunque consiguieron una posición económica mas que desahogada, ahí Candela no fue feliz. Candela, que había trabajado cuando era soltera, que había estudiado una carrera universitaria y que no era ni tonta ni vaga, por necesidades del guión, se dedicó por entero a su familia, a cuidar de sus hijas, a potenciar la carrera de su marido, a cuidar de la economía familiar, a hacer crecer los ahorros con muy buen tino y a ser y hacer siempre lo que se esperaba de ella.

A cambio su marido tenía como única obligación la de crearse una buena reputación profesional. A él no había que irle con ningún problema domestico, familiar, ni siquiera emocional. No se le podía incomodar con los estudios de las hijas, ni una reunión del  colegio, una fiebre nocturna, ni la planificación de las vacaciones familiares, ni nada de nada. ¡Faltaría mas! El se había comprado una esposa para todo eso. Como ya he dicho, Candela como mujer, no era feliz ni de lejos, pero como no tenía con que comparar, pensaba que eso era lo normal. Para decir la verdad, vivía acobardada por su marido, siempre estaba en vilo de que el "señor" no lo encontrara todo de su gusto. cualquier tontería era un drama, y todo tenía que ser perfecto. Maltrato físico no había, pero psicológico  para dar y tomar.

La parte sexual, no era mucho mejor. Me contaba, que desde el primer momento, él dejó muy claro que eso era algo muy secundario. Candela no sabía que pensar: ¿No le gusto, no le atraigo, será por su educación, será homosexual y no se ha enterado? Nuestra amiga Candela lo intentaba, se compraba ligueros, se ponía sexy,  lo provocaba, pero no conseguía mucho. Una vez, ella le pidió que la estimulara un poco antes de ...., y poco menos que le dijo que eso eran perversiones, y que si no conseguía un orgasmo de forma correcta (misionero), es que tenía algún tipo de malformación o que era una viciosa.

A pesar de este panorama, que por cierto, en aquella época debía ser bastante habitual, Candela se hizo a la idea y continuó con su matrimonio lo mejor que podía, con sus obligaciones y disfrutando de sus hijas, pero llegó un momento en que aquello se hizo insostenible. El marido estaba en el zenit de su carrera, Candela había comenzado a trabajar otra vez, y aunque no era ningún trabajo para tirar cohetes (no había podido dedicarse a potenciar su vida profesional), estaba contenta porque se reintegraba a mundo laboral. La relación de pareja se volvió inexistente, la situación no daba más de si, y un día, se plantean separarse (el  quien lo decide, el cuando y el porque en ese momento y no en otro, lo desconozco, porque aparentemente podían haber continuado así por los siglos de los siglos).

Llegado este punto, tengo que decir, que  Candela era una mujer con la autoestima por los suelos, que de buena fe creyó que esto sería una solución, que podría rehacer su vida, que podría vivir tranquila con sus hijas, que no viviría siempre angustiada por si hoy le iban a caer una o dos broncas, y que al fin sería libre; libre hasta para equivocarse. ¡Que ingenua!

Sí, que ingenua. Nuestra amistad viene de lejos,  he seguido de cerca su historia, y puedo decir que fue una ingenua, que su marido se aprovechó de la buena fe de Candela y con su preponderancia social y económica y  después de un montón de años de su divorcio, sigue haciéndole la vida imposible valiéndose de ser quien es y utilizando todos los medios a su alcance (que son muchos), para destruir a esta mujer.

Candela me contaba, que cuando se estaban "negociando" los términos económicos de su separación, que su marido fue el que se ocupó de todo, y que ella no tuvo asistencia de ningún abogado, ni pidió ayuda a su familia, porque le daba vergüenza (pensad que antes el divorcio se entendía como un fracaso), ni tuvo una mano amiga que velara por sus intereses. Estuvo sola. Completamente sola. Esta parte del reparto de los bienes gananciales (que eran muchos, pero muchos, muchos, porque gracias a sus inversiones habían acumulado un patrimonio importante), es un tanto larga, por lo que haciendo una versión corta, diré que el marido se las compuso para quedarse con todo a cambio de una pensión vitalicia, que más que "pensión compensatoria", era una "pensión indemnizatoria". Candela firmó. Candela firmó todo lo que le pusieron por delante, y hubiera firmado que era la causante de la 2ª guerra mundial y de la muerte de Manolete, si se lo hubiesen pedido, tal era el estado mental y de indefensión en que se encontraba. Esta parte me la ha contado muchas veces, y siempre acaba llorando.

El marido se casó enseguida (tan enseguida, que no hay dudas de que esta relación ya existía durante su matrimonio), mas o menos, fue pagando lo acordado, aunque se desvinculó completamente de sus hijas, a las que solía ver tres veces al año, el tiempo que duraba una comida, y donde aprovechaba para pegarles unas broncas monumentales, hasta que incluso estas comidas (para descanso de las hijas), desaparecieron. Estas niñas, que hoy son mujeres adultas y casadas, han tenido que seguir terapias, porque no podían comprender ese rechazo, y a día de hoy aún reconocen que hay cosas que no podrán superar nunca.

Pero volviendo al tema económico, al marido de Candela le ha venido muy bien la crisis, porque aunque durante todos estos años ha ganado como un torero (ahora ganará menos, pero no está pidiendo a la puerta de ninguna iglesia) y el patrimonio dejado por Candela se ha revalorizado a cifras de millones de euros, le ha presentado una demanda de modificación de medidas incumpliendo todo lo acordado. Quiere eliminar de un  plumazo esa pensión que no es más que una compensación económica por el expolio que en su momento le hizo a Candela. Lo peor de todo, es que la justicia no siempre es justa, y los jueces no siempre se estudian como deberían los casos, ni todos somos iguales ante la ley (ver  la infanta Cristina  y el lio de su imputación y que la mujer del socio de su marido "Urdangarín" si lo está). Aquí estoy siendo demasiado "políticamente correcta", porque en realidad lo que me gustaría decir era algo mucho más fuerte y más acorde con lo que suele ocurrir. Estamos hartos de verlo: El que tiene padrinos se bautiza, y el marido de Candela tiene dinero y poder para bautizarse varias veces, mientras que Candela lo único que tiene es un paro, una ansiedad que no le permite llevar una vida normal, y una depresión de las de ir llorando por la calle.

¿Habrá justicia?


Por hoy me despido. Mañana más. ¡ Intentad ser felices!





14 mar 2013

MARIO CONDE, PRESENTACIÓN SCD VALENCIA Y ALGÚN RECUERDO

El pasado miércoles 6 de marzo, se presentó en Valencia, en el Hotel Meliá el partido Sociedad Civil y Democracia (SCD). Seríamos unas 100 personas, no más, pero un Éxito, si se tiene en cuenta que ese día y a esa hora jugaba el Valencia, y ya se sabe, que el fútbol rige nuestras vidas ("Pan y Circo"). La verdad es que esto fue un fallo importante de planificación, y una lástima, porque mucha gente se perdió un estupendo, estupendísimo evento cívico. Si alguien está interesado, yo recomiendo ver la entrada que ha hecho http://lajusticiacomoequidad.blogspot.com.es aquí, muy seria y con gran criterio, porque la mía es más personal y literaria. 

Yo no me lo perdí. Estuve allí, disfruté muchísimo y en algún momento, hasta me emocioné por algo que dijo el Sr. Conde y que yo he vivido y me ha afectado directamente., referente al poder judicial y a su  supuesta "independencia".

La introducción corrió a cargo de Ramón Guillén, joven y entusiasta Consejero de Dirección, (Bieeeennnnn), que dio paso a Daniel Movilla, Secretario general del  partido, que habló acerca de la prohibición del mandato imperativo en la Constitución, que para entendernos, supone que cuando votamos y elegimos a un diputado, éste no nos debe nada, no tiene que darnos ninguna explicación de lo que hace, ni nos pregunta a los electores que queremos o que necesitamos. Únicamente está sometido a la disciplina de su partido, con lo que cabría preguntarse: ¿Para que pagamos a tanto diputado?

Y llegamos a donde yo quería llegar: Mario Conde, Presidente de SCD. El escenario (un atril y un cartel) no podía ser más austero y escaso de parafernalia, ni falta que le hacía, cuando alguien tiene carisma, lo llena todo. Como yo no voy a ceñirme a enumerar las propuestas del partido, aconsejo visitar su web http://www.scd.es. Lo que si eché de menos, fue la presencia de medios de comunicación. No hubo ni un mal periodista ni una "mala" televisión, ni siquiera nuestra autonómica Canal 9 (como si ésta tuviera mejores cosas que hacer je je je).


Cuando Mario Conde tomó posesión del atril, allí no se escucho ni una mosca. El silencio fue absoluto. La voz, en un inicio intimista del Sr. Conde, lo llenó todo. No se cuanto tiempo estuvo hablando, pero fue bastante, aunque creo que a todos se nos hizo corto. A mi por lo menos. Comenzó hablando de su pasado, y esa  es la parte que yo mejor conozco, porque debemos ser más o menos de la misma edad (bueno, yo soy más joven), y por razones que no vienen al caso,  le seguí bastante de cerca. Con 24 años aprobó la oposición más difícil de las consideras de élite  Fue Abogado del Estado con el nº 1 de su promoción, trabajó con Juan Abelló en la industria farmacéutica, y luego llegó Banesto y toda la vorágine, cárcel incluida, por no hablar de la dolorosa perdida de su primera mujer Lourdes Arroyo, pero esto lo sabe todo el mundo y está en todas sus biografías.

Yo no quiero entrar ahí. Eso es el pasado, y por supuesto,  ha dejado una huella en su vida ¡Como no! Lo que voy a contar es una tontería sin importancia: Como y donde conocí a Marío Conde en algún momento de los 80:

Cuando empiezo a oír hablar de Mario Conde, estaba recién casada con un "brillante" (pero menos), ganador de otra de las oposiciones de élite de este país (omito por privacidad). Ni que decir tiene, que ni había ni hay comparación posible, a no ser por el esfuerzo que supone sacar una de esas oposiciones y que también lo hizo en un tiempo récord.  Cuento ésto, porque por aquel entonces, estaban muy de moda las sevillanas, y cualquiera que quisiera ser cool (como se diría ahora), tenía que saber bailarlas aunque fuera mal, y acudir a las famosas salas rocieras que proliferaron como hongos. El señor Conde no fue menos, ni yo tampoco.

Para poder ir a bailar tranquilamente con sus amigos, Mario Conde montó en  la calle Lopez de Hoyos de Madrid (muy cerca del primer VIPS que se abrió en España, y también punto de encuentro madrileño), una sala rociera. Creo recordar que se llamaba El Portón, y que en algún momento se abrió al publico, o por lo menos, a cierto público, o con invitación, eso no lo recuerdo bien, porque ha pasado mucho tiempo. Lo cierto, es que una noche, con mi "difunto" marido y sus colegas de profesión, acompañados de sus orgullosisimas y ostentosas esposas, fuimos a ese centro de culto al poder y a las sevillanas (os prometo, que mi ironía es con cariño, aunque sin nostalgia). Por supuesto, alguien de nuestro grupo conocía al Sr. Conde (seguramente más de uno, y por eso estábamos allí), y todos fuimos presentados. Mario Conde estaba en todo su esplendor. Irradiaba encanto, magnetismo, poder, ...... Podría seguir, pero para que, todos me entendéis.

Como he dicho, yo era muy joven, (guapísima según mi padre), bailaba sevillanas bastante mejor de la media habitual (yo diría que las bailaba de escándalo, pero voy a ser modesta), y .....

¡Lo conseguí! Bailé unas sevillanas con Mario Conde.

El nunca lo recordará, y yo nunca lo olvidaré.

Un beso para todos.